viernes, 4 de abril de 2014

Sustituir el castigo por "CONSECUENCIAS EDUCATIVAS"

Mª Luisa Ferrerós nos ofrece una alternativa al castigo en su libro "¡Castigado! ¿es necesario?. Alternativas educativas, ingeniosas y eficaces" que recomendamos en el taller 1 de la Escuela de familias.

Los castigos modernos o consecuencias educativas tienen el claro objetivo de enseñar al niño lo que está bien y lo que está mal para que así aprenda a comportarse. Por lo tanto, las consecuencias o correctivos han de ser constructivos, nunca destructivos. En ese sentido, hemos de evitar a toda costa reñirlos cuando hemos perdido los nervios o estamos muy enfadados, porque entonces seguro que no aplicamos l a corrección adecuada a la situación.

Resumimos aquí las claves de las "CONSECUENCIAS EDUCATIVAS" para aquellas familias que visitan nuestra Escuela Virtual

Las consecuencias educativas han de ser...

Excepcionales:
• Las consecuencias negativas, los castigos o sanciones negativas, los «NO» a determinadas actitudes han de tener carácter extraordinario y una finalidad educativa.
• La norma, por encima de todo, ha de ser la de valorar las conductas positivas del niño o niña. Un exceso de reprimendas tiene efectos negativos.

Inmediatas y claras
• El niño ha de saber por qué se le advierte o castiga.
• Hay que decirle de forma inmediata cuáles son las consecuencias (de su comportamiento  inadecuado o fuera de lugar) a las que ha de enfrentarse, aunque su realización quede pendiente para el fin de semana.

Proporcionales
• La consecuencia que se le aplicará debe adecuarse al tipo y gravedad de la falta, a la edad y a la intención.
• No pueden ser prohibiciones absolutas, del tipo «Nunca más verás la tele por la noche», que le cierren el horizonte al niño, que duren demasiado, que resulten inaplicables finalmente o que no le den al niño la oportunidad de demostrar su buen comportamiento o una mejora de éste.

Equilibradas
No hay que enfadarse con el niño cuando estemos cansados, por rabia o «para ver si así aprende». La educación no debe depender del estado de ánimo o de los problemas personales
de los adultos.

Coherentes
• Hay que dejar claros cuáles son los comportamientos aceptables e inaceptables, y no cambiar las normas cada semana. Conviene anticipar las consecuencias de ciertas conductas: «Si hoy llegas tarde, el próximo día...», y aplicar siempre las mismas consecuencias para las mismas faltas.

Aplicables
• Como hemos dicho en el primer punto, conviene ser prudente y no abusar de las advertencias y los castigos. Pero si se imponen, hay que mantenerlos y exigir su cumplimiento. Así que, cuando estemos decidiendo cuál va a ser la consecuencia educativa, hay que valorar que sea aplicable, porque se tiene cumplir.

Las claves de una consecuencia educativa eficaz

• No añadiremos comentarios negativos. Evitaremos los reproches, las ironías o las  humillaciones. Una consecuencia educativa es suficientemente clara y eficaz; no los necesita. Esa clase de comentarios sólo empeora la situación y la relación con nuestro hijo o hija.
Marcos (4 años) se ha pillado los dedos con la cadena de la bici después de haberle avisado varias veces. No le diremos: «Ya lo veía venir» o «Estaba seguro de que pasaría esto». Simplemente, no haremos comentarios y lo consolaremos curándole la herida.

• La consecuencia educativa debe ser inmediata. Para que reaccionen es muy importante que las consecuencias sean lo más inmediatas posible. 
Max juega molestando a su hermano en la cena. La consecuencia inmediata es quitarle el plato de la mesa en ese momento, no al cabo de un rato. Si se han portado mal en el colegio, con la canguro o con los abuelos, son ellos mismos, y en el momento y lugar en que ocurre, los que han de aplicar las consecuencias adecuadas, y no esperar a que lleguen los padres.

• La consecuencia debe guardar relación con la conducta del niño/a. No tiene sentido que dejemos sin postre o sin ver la televisión a nuestro hijo por no recoger los juguetes de su habitación. Sería más apropiado guardarle los juguetes no recogidos durante una temporada. Si vuelve a reincidir en más ocasiones, le haremos una bolsa con los juguetes y los llevaremos a los niños pobres con él. Le diremos que ya que él no sabe cuidarlos, se los vamos a dar a otros niños que sí lo harán.

• Ofrece a tu hijo un modelo a imitar. Carla juega con el tenedor, haciendo «el payaso» delante de sus hermanos. Su madre puede actuar de dos maneras, decirle: «Carla, todos sabemos que eres un poco pequeña y por eso no sabes utilizar el tenedor como una persona mayor; así que te acabas de quedar sin tenedor y no podrás acabar de comer» o bien: «En la próxima comida  podrás usarlo si demuestras que sabes utilizarlo y podrás comer con todos. Si no, tendrás que usar la cuchara como un bebé.» La consecuencia es la misma: quedarse sin tenedor, pero la segunda opción ofrece un modelo a imitar.

• Coherencia entre los padres. Ambos padres han establecido que no se puede jugar a la Play Station entre semana. Su hijo les pregunta por separado si puede jugar a la Play. Ambos deben mantenerse firmes,  sabiendo qué es lo que contestará su pareja.

• Son mejores las consecuencias educativas de poca duración que las de largo plazo. Si sobrepasamos el límite de una semana en la aplicación de una consecuencia, los niños lo dan todo por perdido y ya no se esfuerzan por recuperar sus privilegios. Hemos de tener en cuenta que su concepción espacio-temporal no es como la nuestra. El tiempo para ellos dura mucho y se hace muy largo. Les hemos de dar la posibilidad de volver a probar a comportarse bien y que puedan aprenderlo en un período de tiempo razonable para ellos.


Más información en el libro citado y en www.metodoferreros.com


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