viernes, 11 de abril de 2014

El Aprendizaje en los niños y niñas. Técnicas para la modificación de conductas.

Cuando un niño nace, no sabe jugar, estudiar, pensar, querer a los demás, prestar atención, hablar…Todas estas habilidades y conductas y la inmensa mayoría de las que un niño manifiesta las va aprendiendo a lo largo de los días y los años. Los padres, maestros y otras personas de la comunidad intervenimos de manera decisiva en ese largo y complejo aprendizaje.

Las rabietas, agresiones, peleas, miedos, timidez, desobediencia, problemas con las comidas... y la mayoría de los problemas de conducta que los niños presentan durante el desarrollo de su personalidad también los aprenden, no nacen con ellos. Y también en ese aprendizaje intervenimos activamente nosotros.



¿Cómo se aprenden las conductas?

Condicionamiento. Los niños y niñas aprenden conductas por condicionamiento cuando asocian dicha conducta a una respuesta o estimulo determinado. Por ejemplo el niño que tiene una rabieta y recibe atención, asocia la rabieta a la atención recibida. De esta forma ha aprendido un tipo de conducta para lograr una respuesta.
El modelo. Explica cómo enseñar conductas complejas, mediante un proceso de aproximaciones sucesivas. Si queremos que el niño aprenda un conducta compleja, descompongamos ésta en partes, ordenadas por el grado de dificultad, y vayamos reforzando su realización sucesiva. Un ejemplo: si queremos que nuestro hijo de seis años colabore en casa poniendo la mesa, al principio le pediremos que coloque el mantel y le felicitaremos por realizarlo. Después de varios días, cuando haya aprendido a poner el mantel, le pediremos que coloque el mantel y que lleve los platos y le felicitaremos por realizarlo. Así sucesivamente hasta conseguir el objetivo.
Imitación. Los niños y niñas, aprenden imitando la conducta de los adultos significativos para ellos. Aprenden más de lo que ven, que de lo que les dice. Los pequeños ven nuestro modo de actuar e imitan nuestro tipo de conducta. Suele ocurrir cuando les decimos a gritos que hablen en voz baja, cuando les decimos que no fumen mientras que sostenemos un cigarrillo en la mano, cuando les pedimos que nos escuchen y nosotros no les escuchamos, cuando les prohibimos que peguen a los demás mientras que les estamos dando una bofetada

Los niños y  niñas por lo tanto realizan una serie de conductas que han ido aprendiendo y que definen su  modo de actuar. Estos comportamientos pueden ser adecuados o inadecuados, depende de la experiencia previa de los pequeños.

En muchas ocasiones como adultos nos desesperamos cuando los más pequeños efectúan conductas no deseadas o no adecuadas en un momento determinado.  Pero debemos saber que  del mismo modo que se aprende una conducta no deseada se puede desaprender, y del mismo modo también se puede aprender una conducta deseada.

Para esto usamos las técnicas de modificación de conducta  que se basan en los principios generales de aprendizaje. 



PROCEDIMIENTOS Y TÉCNICAS DE MODIFICACIÓN DE CONDUCTA


Hay una creencia extendida de que ciertas conductas infantiles son propias de la edad y que con el tiempo tienden a desaparecer. Ciertamente, así puede suceder en muchos casos. Sin embargo, es muy arriesgado pasar por alto ciertos comportamientos con la esperanza de que el tiempo lo mejorará. Una intervención en la etapa infantil, no hecha a tiempo, puede suponer la consolidación, perpetuación y agravamiento del problema en la adolescencia. Las normas, valores y referentes deben construirse desde la temprana infancia y debemos intervenir para que la personalidad y valores del niño se instauren de manera adecuada.

Las técnicas para la modificación de conducta nos ayudan a trabajar con nuestros hijos e hijas para reforzar conductas positivas o eliminar aquellas disruptivas.

  • Refuerzo 
  • Castigo 
  • Tiempos fuera 
  • Extinción 
  • Consecuencia educativa 
  • Economía de fichas






viernes, 4 de abril de 2014

La estrategia de la "doble alternativa"

En el libro "¡Castigado!...", Mª Luisa Ferreros nos invita a probar nuevos métodos que, como sustitutivos al castigo, nos dan alternativas ingeniosas más efectivas a los padres y madres.

Entre ellos nos explica la estrategia de la "doble alternativa" que, brevemente, consiste en ser hábiles a la hora de dar alternativas a nuestros hijos/as cuando pretendemos conseguir que hagan algo. En lugar de darles a elegir entre hacerlo o no hacerlo, les daremos a elegir otras variables elegibles dentro del comportamiento deseado... Veamos algunos ejemplos del libro

Imaginemos una situación cotidiana: una pelea entre padre o madre e hijo para que éste se levante del sillón y se ponga a estudiar o a hacer los deberes. Normalmente, después de un tiempo prudencial en que el padre o la madre espera que sea el hijo el que decida levantarse y ponerse a estudiar, le empezamos a avisar: «Venga, ya es hora de que te pongas a estudiar.» Primero se lo decimos en tono cordial y, al rato,
empezamos a perder la paciencia. Sin embargo, la reacción del hijo o hija (a partir de 11 años en adelante) es de rebote: «¡Déjame! ¡Yo ya sé cuándo tengo que estudiar!», «¡No te metas en mi vida!», «¡Lo haré a mi manera!» y otras contestaciones similares.  Desgraciadamente, lo único que conseguimos es que el niño o niña no estudie y que reine la tensión en nuestro ambiente familiar.

Con la técnica de la ilusión de la doble alternativa, no vamos a entrar en disputas sobre si estudia o no, sino que se trata de que nos diga qué va a estudiar primero, si matemáticas o sociales, por ejemplo. En este caso, el padre o madre le plantean una elección libre a su hijo: «¿Por dónde quieres empezar?, ¿qué vas a estudiar primero, matemáticas o sociales?»

La ilusión de tener una alternativa se oculta, en este caso, bajo la palabra «primero», ya que la elección se centra no en si estudia o no, ya que tal opción ni siquiera se menciona, sino en cuál de los dos trabajos o deberes (que tenía que hacer de todas formas) prefiere hacer primero. De esta forma se consigue que el niño no se sienta presionado, sino valorado, porque le dejamos elegir libremente la mejor opción para él. Su respuesta siempre es positiva. Los padres pueden hacer una hábil aplicación de la ilusión de alternativas para superar muchas de las dificultades típicas y de las «luchas de poder» o pulsos que surgen con los hijos para ver si se salen con la suya. Podemos decir: «¿Prefieres desayunar y tomarte un solo vaso de leche, o tomarte dos vasos de leche a la hora de merendar? Tú decides.» Con esta elección se da por supuesto que la leche se la va a beber; lo que le dejamos decidir es si toma un vaso ahora o dos vasos después. 

Otro ejemplo: «¿A qué hora cerramos la luz, a las 8.30 h o a las 8.45 h?» Mediante esta doble alternativa se presupone que a esa hora (entre las 8.30 h y las 8.45 h máximo) ya estará en la cama para decidir cuándo le apagamos la luz. Este tipo de técnicas es más complicado de utilizar cuando el adolescente tiene más de 17 años. En este caso hay que ser más hábil ofreciendo alternativas, pero, si se hace bien, también funciona. Eso se debe a que la ilusión bloquea la función crítica y analítica del hemisferio cerebral izquierdo. Al ofrecerle nuevas perspectivas al niño o niña, se produce una reestructuración de su pensamiento gracias a la cual podemos hallar modernas soluciones a los problemas cotidianos que surgen en la convivencia.

¿Qué piensas sobre esta herramienta? 
¿La ponemos en práctica y ponemos en común lo que hemos hecho y los resultados? Recuerda!! hay que ser creativo ;)

Te animamos a que compartas aquí tu experiencia!! De ella, aprenderemos todos/as.

Gracias.

Sustituir el castigo por "CONSECUENCIAS EDUCATIVAS"

Mª Luisa Ferrerós nos ofrece una alternativa al castigo en su libro "¡Castigado! ¿es necesario?. Alternativas educativas, ingeniosas y eficaces" que recomendamos en el taller 1 de la Escuela de familias.

Los castigos modernos o consecuencias educativas tienen el claro objetivo de enseñar al niño lo que está bien y lo que está mal para que así aprenda a comportarse. Por lo tanto, las consecuencias o correctivos han de ser constructivos, nunca destructivos. En ese sentido, hemos de evitar a toda costa reñirlos cuando hemos perdido los nervios o estamos muy enfadados, porque entonces seguro que no aplicamos l a corrección adecuada a la situación.

Resumimos aquí las claves de las "CONSECUENCIAS EDUCATIVAS" para aquellas familias que visitan nuestra Escuela Virtual

Las consecuencias educativas han de ser...

Excepcionales:
• Las consecuencias negativas, los castigos o sanciones negativas, los «NO» a determinadas actitudes han de tener carácter extraordinario y una finalidad educativa.
• La norma, por encima de todo, ha de ser la de valorar las conductas positivas del niño o niña. Un exceso de reprimendas tiene efectos negativos.

Inmediatas y claras
• El niño ha de saber por qué se le advierte o castiga.
• Hay que decirle de forma inmediata cuáles son las consecuencias (de su comportamiento  inadecuado o fuera de lugar) a las que ha de enfrentarse, aunque su realización quede pendiente para el fin de semana.

Proporcionales
• La consecuencia que se le aplicará debe adecuarse al tipo y gravedad de la falta, a la edad y a la intención.
• No pueden ser prohibiciones absolutas, del tipo «Nunca más verás la tele por la noche», que le cierren el horizonte al niño, que duren demasiado, que resulten inaplicables finalmente o que no le den al niño la oportunidad de demostrar su buen comportamiento o una mejora de éste.

Equilibradas
No hay que enfadarse con el niño cuando estemos cansados, por rabia o «para ver si así aprende». La educación no debe depender del estado de ánimo o de los problemas personales
de los adultos.

Coherentes
• Hay que dejar claros cuáles son los comportamientos aceptables e inaceptables, y no cambiar las normas cada semana. Conviene anticipar las consecuencias de ciertas conductas: «Si hoy llegas tarde, el próximo día...», y aplicar siempre las mismas consecuencias para las mismas faltas.

Aplicables
• Como hemos dicho en el primer punto, conviene ser prudente y no abusar de las advertencias y los castigos. Pero si se imponen, hay que mantenerlos y exigir su cumplimiento. Así que, cuando estemos decidiendo cuál va a ser la consecuencia educativa, hay que valorar que sea aplicable, porque se tiene cumplir.

Las claves de una consecuencia educativa eficaz

• No añadiremos comentarios negativos. Evitaremos los reproches, las ironías o las  humillaciones. Una consecuencia educativa es suficientemente clara y eficaz; no los necesita. Esa clase de comentarios sólo empeora la situación y la relación con nuestro hijo o hija.
Marcos (4 años) se ha pillado los dedos con la cadena de la bici después de haberle avisado varias veces. No le diremos: «Ya lo veía venir» o «Estaba seguro de que pasaría esto». Simplemente, no haremos comentarios y lo consolaremos curándole la herida.

• La consecuencia educativa debe ser inmediata. Para que reaccionen es muy importante que las consecuencias sean lo más inmediatas posible. 
Max juega molestando a su hermano en la cena. La consecuencia inmediata es quitarle el plato de la mesa en ese momento, no al cabo de un rato. Si se han portado mal en el colegio, con la canguro o con los abuelos, son ellos mismos, y en el momento y lugar en que ocurre, los que han de aplicar las consecuencias adecuadas, y no esperar a que lleguen los padres.

• La consecuencia debe guardar relación con la conducta del niño/a. No tiene sentido que dejemos sin postre o sin ver la televisión a nuestro hijo por no recoger los juguetes de su habitación. Sería más apropiado guardarle los juguetes no recogidos durante una temporada. Si vuelve a reincidir en más ocasiones, le haremos una bolsa con los juguetes y los llevaremos a los niños pobres con él. Le diremos que ya que él no sabe cuidarlos, se los vamos a dar a otros niños que sí lo harán.

• Ofrece a tu hijo un modelo a imitar. Carla juega con el tenedor, haciendo «el payaso» delante de sus hermanos. Su madre puede actuar de dos maneras, decirle: «Carla, todos sabemos que eres un poco pequeña y por eso no sabes utilizar el tenedor como una persona mayor; así que te acabas de quedar sin tenedor y no podrás acabar de comer» o bien: «En la próxima comida  podrás usarlo si demuestras que sabes utilizarlo y podrás comer con todos. Si no, tendrás que usar la cuchara como un bebé.» La consecuencia es la misma: quedarse sin tenedor, pero la segunda opción ofrece un modelo a imitar.

• Coherencia entre los padres. Ambos padres han establecido que no se puede jugar a la Play Station entre semana. Su hijo les pregunta por separado si puede jugar a la Play. Ambos deben mantenerse firmes,  sabiendo qué es lo que contestará su pareja.

• Son mejores las consecuencias educativas de poca duración que las de largo plazo. Si sobrepasamos el límite de una semana en la aplicación de una consecuencia, los niños lo dan todo por perdido y ya no se esfuerzan por recuperar sus privilegios. Hemos de tener en cuenta que su concepción espacio-temporal no es como la nuestra. El tiempo para ellos dura mucho y se hace muy largo. Les hemos de dar la posibilidad de volver a probar a comportarse bien y que puedan aprenderlo en un período de tiempo razonable para ellos.


Más información en el libro citado y en www.metodoferreros.com